La artista Liza Ambrossio.

La artista Liza Ambrossio.

Protagonistas

La artista Liza Ambrossio: “A veces los demonios son quienes te ayudan a ver dónde hay que dar el siguiente paso”

El trabajo de la artista Liza Ambrossio se expone hasta el 19 de noviembre en una retrospectiva titulada ‘Toda devoción causa ira’ en la Sala institucional Amós Salvador del Ayuntamiento de Logroño.

1 noviembre, 2023 02:14

Normalmente, la infancia dura una década. Luego llega la adolescencia para adquirir formas libres. Sin embargo, la artista Liza Ambrossio (Ciudad de México, 1993) tuvo que matar simbólicamente a su familia para poder seguir viviendo. “Para poder ser. Para poder existir”, afirma a la revista Magas.

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No tuve la suerte de poder ser yo misma en la familia en la que me tocó nacer”, sentencia. “Vivir con una madre con enfermedades mentales en una familia que lo aprueba y en la que hay otros trastornos no es tan extraño desafortunadamente. La enfermedad mental en mi país a menudo no se trata porque se considera algo maligno, algo diabólico y no se acepta. Se prefiere vivir en angustia, en depresión, en bipolaridad, en fantasías malsanas. Cuando empezaron a pasar cosas verdaderamente violentas, cuando las cosas iban in crescendo, tuve que decidir qué iba a hacer. También hay familias tóxicas, no solamente relaciones tóxicas”.     

Fundó su libertad creativa en una infancia maldita. Rompió con su familia. Sin embargo, las cosas no fueron fáciles en su periplo: Ciudad de México era una ciudad extremadamente violenta para una niña. Ambrossio afirma: “me di cuenta de que el infierno que traía adentro era equivalente al que existía afuera”. Ahora su pasado es un árbol sin raíces que no deja de dar frutos en la forma de un acervo creativo controvertido pero admirado por los grandes nombres del mundo del arte, lo mismo comisarios y expertos que coleccionistas de todo el mundo.

Obras de Liza Ambrosio.

Obras de Liza Ambrosio.

La huída y los muertos

¿Todo empezó con la soledad?

Yo no tuve amigos en toda mi infancia. Había mucho control en casa. Todo era muy hacia adentro. Había cierto tipo de escenas muy agresivas que me impedían invitar a más gente y me quitaron la seguridad de infancia. Esa seguridad llegó de adulto cuando aprendí que me podía valer por mi propia capacidad de generar redes de amigos y profesionales.

Decidió marcharse de su casa familiar a Ciudad de México…

Me arrojé a los tentáculos de un monstruo, la Ciudad de México. Esa fuerza de lanzarse al mundo la tienes cuando eres extremadamente joven e ingenua. Cuanto más tiempo pasa, más miedo te llega al salir de ciertas situaciones, miedo a los demás, al mundo, a perder lo mucho o poco que tengas. Soy valiente, pero esa valentía nunca más la he vuelto a sentir.     

Pero su vida siguió conectada con la tragedia…

Un mentor, un periodista muy mayor nos acogió en su casa. Se comportó como un gran ser humano. De pronto, un día, prendí el teléfono y me dijeron ‘Tu amigo está muerto. Se ha suicidado’. Pensé que era una broma. Volví a preguntar y sí. Lloré años. En su velatorio, en México, su jefe se acercó a mí y me dijo ‘¿necesitas trabajo?’. Le dije que sí. Estaba en una situación terrible. Y me ofrecieron trabajar en un puesto similar al que él tenía, en un periódico de sucesos, cubriendo la actualidad, firmando todo en nombre del diario. En cierto modo, él me dio su trabajo.

¿Qué aprendió de ese trabajo como joven reportera?

Entonces, con la cantidad de muertos que hay en el país y los sucesos violentos que empiezo a ver, me doy cuenta de algo: el infierno que traigo dentro es equivalente al que existe afuera. Y entiendo que no sólo se trata de la enfermedad mental familiar o del desamparo, sino también de que vivo en una cultura nacional extremadamente misógina y violenta.

¿Cómo fue esa época?

Era el gobierno de Calderón, el que declara la guerra contra el narco. Veíamos diez o más asesinatos violentos por noche. Comenzaba a trabajar a las diez de la noche y luego, después de documentar todo, me dejaba una compañera en la universidad a las cinco de la mañana para comenzar las clases a las siete menos algo. Estudiaba Ciencias Políticas en la UNAM.

Empezó a ser muy normal para mí ver cadáveres colgados, decapitados,…    así que dejé de sentir cualquier cosa por los muertos. Estaba tan dolorida por el inexplicable suicidio de mi mentor, que fui viviendo en diferentes lugares. Mi vida era un manicomio. Me recomendaron aplicar para estudiar en Estados Unidos así finalmente fui a terminar mis estudios a Texas, a la UT.

¿Cómo fue su estancia en Estados Unidos?

Me pareció más un norte de México que un sur de Estados Unidos. Allí hay un orgullo mexicano muy fuerte. Para mí era la primera vez que ganaba algo por mí misma. Estuve tres años en Texas. Comencé a mostrar mi trabajo y me dieron una beca en el FotoFest de Houston, dirigido por Wendy Watriss, una de las primeras fotoperiodistas norteamericanas. Me becaron al cien.

Algunas comisarias, entre ellas Arianna Rinaldo, comenzaron a ver mi trabajo. Yo hacía fotos porque era fácil transportarlas. La cámara es un elemento portable, incluso la analógica. No ocupa mucho espacio. Y mi vida era nómada. Hice una maqueta de un libro en esa época. Vivía aún quizás en una construcción ideológica de mi obra, de una denuncia del narcoestado, del machismo ejercido por mujeres a otras mujeres de su propia familia. Y luego todo se aceleró.

Gané una beca primero en Suecia, luego en Islandia, gané el premio Descubrimientos de PhotoEspaña en España y vine a estudiar a TAI, luego me seleccionaron en Arlés… empezaron a pasar cosas sin proponérmelo.

Las imágenes rotas

¿Cuándo cree que comenzó a ser artista?

Si me traslado al principio de mi vida, siempre he sentido una gran fuerza creativa y una gran fe en la vida y en la fantasía, desde bebé. Mi primer deseo profesional tenía hambre de medicina, quería abrir cuerpos y saber cómo funcionábamos por dentro y arreglar lo que está lastimado.

El arte es una especie de brujería o chamanismo que repara todos los elementos. El arte puede ser profundamente frívolo, por los ambientes en los que crece, pero si se entiende desde su profundidad sensible, es una fuente que alimenta a todos los niños antipopulares que fuimos.

A muchos de nosotros nos pasó algo en nuestra infancia, es algo que hablo con directores de museos, coleccionistas, con otros artistas,… Todos tenemos algo que se rompió y el arte puede darle una ruta o un sentido de confianza para entender que lo que sucedió en nuestras vidas no es una forma de locura sino una forma de inteligencia.

¿Un primer recuerdo de creatividad?

Luz y agua. Algo de mi universo siempre ha sido muy acuático. El lugar en el que recuerdo mayor alegría en mi infancia era el mar. Clavarme en las olas, incluso que me ahogara el agua. Es el primer recuerdo importante en mi vida. No lo recuerdo como algo negativo.

Muchas de las personas de mi familia tenían terror al agua y quizás por eso aprendí sola a nadar. Mis abuelos tenían una casa en el sur de México frente a la playa. El sonido de las olas me hacía sentir segura, volviendo a temas escabrosos, quizás porque a mi madre le aterrorizaba, decía que el mar era un monstruo que nos iba a devorar a todos. Ese miedo que ella tenía me protegía de ella, porque en el agua podía estar tranquila. Mi familia tenía miedo al agua.

No le interesan las imágenes nítidas y preciosistas, sino las imágenes “torturadas”…

Hemos llegado a esa reflexión, sí, junto a Javier Martín-Jiménez, el comisario de esta exposición. Mi gran hobby es la disección. Literalmente, mientras hice una residencia en la Casa de Velázquez fui a tomar clases de disección en la Complutense. El lenguaje fotográfico se puede debilitar y ser predecible. Cuando estoy reflexionando sobre eso, llego al universo médico. Yo quería saber a qué olían los muertos.

Las imágenes estaban rotas, los cuerpos están deformados, los dibujos desestructurados…”, ¿por qué maltrata a la imagen?, ¿por qué tortura su trabajo?     

Dicen que hay cuatro figuras que son profundamente similares: el asesino serial, el psicópata, el aspirante a santo y el artista. Los cuatro tienen el deseo de hacer lo que sea por llegar a Dios. Mi trabajo puede ser visto como una invitación a la mente de un asesino serial porque en él hay una venganza o una justicia simbólica, un gesto hacia lo irreparable.

Lo irreparable solo puede tener justicia mediante el arte. Si fuiste lastimada, violada, golpeada, robada o torturada… por cualquiera de esos motivos, los que lo hicieron nunca lo van a pagar. La única justicia está en el universo artístico. Que exista esa posibilidad me parece fantástico.

¿Cómo explica su arte a alguien que no sabe de arte?

Tengo que ser muy rápida en leer quién está delante de mí. Hay gente que me deja de hablar de inmediato en cuanto le hablo de mi obra. Piensa que está hablando con una asesina. Genero miedo. También hay personas a las que les salen los demonios conmigo y al día siguiente se arrepienten de lo que me han contado. El mundo hoy es correcto e hipócrita.

A alguien que no sepa de arte, pero que tenga un deseo sincero, le diría que mi trabajo es una secuencia de narrativas que hablan de la enfermedad mental, de la locura, de la fascinación por la fantasía, y de la justicia simbólica. A otras personas, les diría que, como Star Wars, yo trabajo por series, en cualquier formato: foto, escritura, dibujo,…

Cada serie contiene un capítulo de vida. Cada libro es una carta de amor. El primero a mi madre, a la que nunca le llega. En cierto modo le deseo la muerte y extrañamente muere. El segundo libro es una carta de amor a los extranjeros. Todos somos extranjeros en el 99% del mundo y tenemos necesidad de ternura, bondad, amor y de compañía. Uno de mis temas fundamentales es ese, la enfermedad mental, la locura, la libertad, la venganza, la ternura, la bondad, la vida y la muerte, que no termina.

¿La muerte no termina con la muerte?   

Eso es. Es el país de los muertos. México. De Indonesia también podría decirse. Me encantaba rendir las ofrendas a los muertos cuando era pequeña, se ponían comidas y flores para que los ancestros estuvieran cuidados estos días. Fue fascinante y encantador mientras mi abuela vivió. Los caminos de velas. El sentimiento de que después del 2 de noviembre puedes comerte todo, pero no tiene olor ni sabor, porque se lo han llevado los muertos…

Mi trabajo también tiene que ver con fantasmas, brujas y monstruos. Y cómo ellos te pueden dar el poder para salir de espacios de infierno profundo.

Visitar el infierno

Pocas personas se atreven a compartir con los demás esos lugares más oscuros…

Todos los tenemos. Algunos tenemos un palacio gótico y otros una pequeña habitación. Pero ojo, estos lugares no se dejan de visitar porque no hablemos de ellos. Cuando uno es muy consciente de su oscuridad, puede entrever los espacios oscuros y de luz de los demás. Y eso es como tener un súper poder. Es impresionante, porque la gente más bella, rica e inteligente no es a veces capaz de verlos. Pero alguien que ha sufrido sí. Y puede elegir dónde entrar y dónde no.

¿El poder de la oscuridad?

A veces, cuando se llega a zonas extremadamente oscuras en tu mente y en tu vida, y los ángeles te abandonan, llegan los demonios a por ti. Y a veces los demonios son quienes te ayudan a ver dónde hay que dar el siguiente paso. El demonio es algo que se ha malentendido en la tradición judeocristiana. Me gusta cómo lo describe la mitología japonesa por ejemplo.

Yo creo que los demonios son estructuras o pedazos de nuestro ser espiritual o fantástico, que viven dentro o fuera de nosotros. Tú puedes ser la representación de un demonio para mí y al revés. Y como amigo, puedes quizás mostrarme un camino. En un momento de mi vida, me quedé sola. Generé una habilidad loca para sobrevivir y socializar, para ganar becas y aprender idiomas.

Cuando me sentía más abandonada, llegaba una chispa de mi abuelo, que era un político y que me decía “no es importante lo que hagas en la vida, ni cómo, ni con quién, sino que al final de ella exista así sea una persona que jure que siempre fuiste buena, tierna, sincera y honesta, aunque no sea verdad”. Utilizar bien las palabras es lo más excitante que existe. Y la puntualidad.   

¿Cómo se traslada el poder a una obra?

Quizá cuando los sentimientos con los que fueron forjadas son auténticos. Las obras de arte lo que contienen es poder o nada en absoluto. Melancolía cualquier artista puede generarla. Los artistas somos raritos. Pero poder, eso es más difícil.

¿En qué cree usted?

Creo en mi obra y en la vida. Lo demás va y viene y se resuelve.

¿Piensa en los demás cuando crea?

Es importante el público, pero no es la razón por la que hacemos arte. Cuando voy caminando por esta estructura que está en mi cabeza, entre ferias y expertos, hay que comprender que existen maravillosos decoradores que no son artistas. El arte debe corromper tu creencia, cuestionarte, hablarte, emocionarte, angustiarte, llenarte de algo muy parecido a lo que la gente religiosa siente.

El arte tiene mucho de religioso, por eso los espejos de Anish Kapoor emocionan a la gente o una textura te lleva a algo erótico y no es más que plastilina. Eso es lo importante. Como dijo Picasso, el arte no está hecho para la gente naif, no está hecho para moralizar ni para hacer pedagogía, el arte está hecho para libertar. Para hacerte ver también la miseria de tu existencia. Es una pasión completa. Un lenguaje complejo que te toca y no te toca a la vez.

¿Qué artistas le gustan más?

Soy poliamorosa intelectual. No solo amo artistas. Sí, me gustan en pintura los maestros del arte americano abstracto, me fascina Calder, puedo mirarlo durante horas. He leído mucho eroguro: el erotismo tiene mucho más que ver con el intelecto que con el sexo. Todo el proceso de seducción lo manejan muy bien los escritores japoneses. Me encanta Sophie Calle.

Una artista fascinante es la pintora suiza Miriam Cahn. Vi una expo de ella en el Palais de Tokyo en París y me pareció una revelación. Es descarada, actual y capaz de desarmar. Acabo de venir de ver a Picasso en Málaga y sí, pienso que él era un macho intenso, un hombre de su época, pero también un verdadero amante del arte. No una ficción como ocurre con muchos artistas. Puedo admitir todo en el mundo del arte, menos los advenedizos y lo falso.

¿Qué le gusta más de ese mundo del arte?

Lo que más me gusta es la pasión absoluta con la que puedes vivir. Y que el arte puede juntar mucha gente diferente. Una baronesa con un técnico y un artista medio loco que no se baña con un grupo de estudiantes. La obra es la que vale. A veces los grandes señores de los negocios no lo entienden, no entienden que el arte está por encima de nosotros.

¿Hace un análisis político de su obra?

Yo voy en contra de la idea moralizadora, pedagógica y normófoba que existe actualmente en el mundo. Todo es profundamente light y profundamente correcto. Y ser correcto en el arte no está bien porque el mundo no es correcto. La incorrección es una vía para generar líneas a una libertad, si no, vamos a una estructura neofascista.

¿Qué país prefiere para trabajar?

Un artista tiene que estar donde su obra está bien, no donde cree que va a estar mejor. Mi obra está bien en España, está bien en Francia… pero no está bien en México. Con mucha tristeza veo cada vez más puritano el mundo y más del dolor por el dolor.

Toda devoción causa ira

¿Toda devoción causa ira?

Así es. Esta exposición es el resultado de una larga amistad y un largo conocimiento. El comisario y yo nos dimos mucho tiempo, espacio y necesidades como seres creativos, intelectuales y gente de la cultura. Ahora, nos llegó la oportunidad de un solo show con carta blanca y un nuevo libro. Un proceso complicado con un presupuesto limitado, uniendo a muchas personas. Invitando al libro a Cuauhtémoc Medina, un comisario mítico, y Ariana Reinaldo con la que habíamos trabajado años antes en PhotoEspaña.

El mayor privilegio de mi carrera ha sido trabajar con Javier Martín-Jiménez. He trabajado con muchos comisarios, pero él es un hombre que es capaz de poner un clavo o de escribir un texto increíble. De llamar amablemente y de poner límites a toda la estructura que gira alrededor de nosotros. Y consciente de lo más esencial del mundo del arte: lo importante no es el artista, ni el comisario, ni el museo, es la propia obra. Es nuestra labor, casi religiosa.

Hay dos piezas especialmente impactantes en su exposición: una es la titulada Entropía, en la que usted recupera una fotografía aparecida en el bolso de una mujer asesinada por violencia machista y la trata con los hongos de los pies de ella

Es la obra que ha traído personajes más fascinantes a mi vida. El coleccionista que la adquirió la colocó junto a un Pollock. Mi trabajo se fundamenta en un acto performático. los fetiches ya no me dan miedo. Después de nuestra muerte, nos convertimos en objetos. Raspé los hongos, dejé que crecieran en la imagen. Que la rompan. Que parezca danza.

La ruptura, el azar, el juego, la charola. Los asesinos seriales generan símbolos. Los falsificadores entierran las piezas para que parezcan más antiguas, yo enterré una mascara de mí misma durante ocho meses y dejé que el azar modificara esta fotografía, como una venganza, y obtuve ese resultado.

La otra pieza es Papá y Mamá, un díptico en el que aparece su madre, a la que finalmente visitó en el hospital antes de morir…

Es una imagen muy cruel y muy intensa. Tuve pesadillas con ella durante semanas. Tuve que volver a pactar con los demonios. ‘Me cae muy mal’, dije, cuando un familiar me avisó por Instagram de que ella estaba en el hospital. ‘Tienes que ir a ver al tigre’, me dijo un amigo. Y fui. El tigre era un gato flaco, lastimado y herido. Mi gran enemiga de la vida ya no tenía la capacidad de serlo. Ella había potenciado mucha de mi energía creativa, no directamente pero sí indirectamente. Tomé una foto y luego me senté a leerle El elogio de la sombra. Terminé el libro.

Hablar de la sombra me pareció bien. Llegué con otro libro la siguiente noche. Comencé a leérselo pero ella despertó. Le pregunté ‘¿te estás muriendo?’ Primero me dijo cosas que no tenían sentido. Luego le dije ‘¿por qué nunca pudiste quererme?’ ‘Porque no se puede querer a una persona como tú’, me dijo. Luego me enteré de más cosas. Mi madre me hizo trampa toda la vida.

No me interesó quedarme ahí. Conseguí una fotografía de otro hombre para simbolizar a mi padre: esta obra supone una ruptura en sentido freudiano, pero más aún en el sentido del I Chin; simbolizar no para perdonar, sino para romper. La muerte no es suficiente. Hay que evidenciar la muerte, esa ruptura. A mí me pasó algo raro, en las familias suele haber alguien que llega a apoyarte. Yo tuve mala suerte. Esta obra es un símbolo.

Me di cuenta finalmente de que mi madre soy yo: soy yo quien se da la educación que quiere darse, quien se organiza la mente, quien se estructura en una élite de trabajo, quien se busca la alegría y se consuela, quien desarrolla un talento, mi madre he sido y soy yo misma…