La actriz, en un posado para Magas.

La actriz, en un posado para Magas. Concha de la Rosa

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Celia Freijeiro: "La cultura está castigada, pero corre la calumnia de que vivimos del cuento"

Magas conversa con la actual Vicepresidenta de la Sociedad Cervantina sobre el teatro que inaugura y el estreno de 'Marcela (Una canción de Cervantes)'.

10 mayo, 2024 02:17

Celia Freijeiro (Vigo, 1983) es decidida, enérgica, contundente, alegre, autoexigente, valiente y arriesgada, actriz y empresaria gallega afincada en Madrid desde los 18 años, donde encontró su lugar en el mundo, tras formarse en Arkansas (Estados Unidos). 

Celia desea y pelea por hacer realidad sus sueños y propósitos, con mucho esfuerzo e implicación personal consigue bajar a tierra sus propias ideas y materializarlas, las canaliza y carnaliza con tesón casi siempre rodeada de otras mujeres creadoras, y algunos hombres, que se unen a su estela y talento.

Desde muy joven toma las riendas de su vida y toma decisiones que marcan su carrera profesional, con 23 años crea la Asociación Cultural Desnudo Azul que se transforma, dos años más tarde, en Pocapena Producciones. Le ha dado muchas alegrías, diversos espectáculos, cortos y un largometraje en 2014.

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Freijeiro comienza a formar parte de la Sociedad Cervantina en 2008 y, desde entonces, ha seguido vinculada a la institución, un largo viaje en un lugar único que significa mucho para ella y que es, en sí mismo, muchas cosas. Ubicado en un edificio del siglo XVI en la calle Atocha 87, declarado monumento nacional de carácter histórico-artístico desde 1981, fue la imprenta de la primera edición de El Quijote en 1605, y ahora es un espacio cultural, fundado en 1953 por intelectuales españoles, un lugar único en el que conviven actualmente historia y presente, memoria y creación contemporánea. Y también es, desde abril de 2024, la casa de un nuevo teatro abierto al público.

En 2010, Celia entra a formar parte de la Junta Directiva de la Sociedad Cervantina y en 2017 es nombrada Vicepresidenta. Responsabilidad que compagina con sus papeles en series como Pelotas, su protagonista en Seis Hermanas, u otras como Servir y Proteger, de TVE. Recientemente ha protagonizado Vida Perfecta para Movistar Plus, dirigida por Leticia Dolera, o Reina Roja en 2024. Además de largometrajes como Todo es silencio, de José Luis Cuerda. Ha pisado pequeños y grandes escenarios como el teatro romano de Mérida o Teatro Español de Madrid.

Celia es una todoterreno que inaugura su cuarta década de vida con la fuerza del mar gallego que la vio nacer y la templanza adquirida con amor y dedicación hacia sí misma, poniendo el foco en su salud física y mental, y siempre mirando hacia delante.

¿Eres productora por vocación o por necesidad? ¿Siempre has creído imprescindible tomar las riendas de tu propia carrera?

No es algo meditado, es más bien una inercia que describe quien soy: soy una persona que hace cosas. Me gusta imaginarme cosas y bajarlas a tierra, probar. Soñaba con ser actriz, llegué a Madrid y las ganas de subirme a un escenario me llevaron a preguntarme cómo hacerlo, aún era muy joven y no tenía relaciones ni representante.

Pensé que la mejor manera era montar yo misma un espectáculo de teatro, me uní a Marta Larralde y juntas produjimos nuestra primera obra de teatro, El color de agosto de Paloma Pedrero. Aprendí que puedo hacerlo y, a partir de ahí, nunca he dejado de producir y hacer cosas.

"Creo que lo que da miedo es la mujer libre. Libertad para poder ser, poder existir, poder vivir libremente. Eso daba miedo en 1605 y da miedo hoy"

Tu productora, Pocapena, te ha dado alegrías, ¿pero también algunas penas? ¿Qué supone sacar adelante una productora de artes escénicas y audiovisuales en este país?

No es nada fácil levantar ningún tipo de proyecto cultural en este país. Cuesta muchísimo esfuerzo y tiempo, hay que buscar muchos recursos. Me hace gracia, cuando se dice que la cultura está subvencionada. Subvencionado está el automovilismo, la ganadería…y hay unas partidas bien grandes para sacar adelante estas industrias.

La cultura está castigada y, sin embargo, corre esta calumnia de que somos una pandilla de gente que vive del cuento, y es todo lo contrario. Yo conozco muchos compañeros y compañeras de profesión que se autoexplotan, que ponen su carne, su cuerpo, su alma y muchas veces todo su dinero. A mí misma me ha pasado. Montar la productora Pocapena fue una aventura quijotesca, lo bueno es que he aprendido tanto como si me hubiese pagado mis propios masters.

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¿Cómo recaes en la Sociedad Cervantina en el año 2008?

Entré de la mano de la RAE, del académico Luis María Ansón, al que asignaron la misión de desempolvar la Sociedad Cervantina y redimensionarla en el mapa de la ciudad. Ansón entendió que necesitaban sabia fresca, gente nueva con ganas e ilusión que pudiese soñar ahí y volcar nuestra creatividad en ese espacio. A él le debemos, hoy en día, que la Cervantina sea un espacio cultural abierto al público y que se pueda visitar la imprenta del Quijote, la más importante de nuestro Siglo de Oro, que cuenta con 100 años de historia. 

Y también que hoy tengamos un teatro que acabamos de inaugurar, en honor a Cervantes. Pero también gracias a la gente que ha pasado por aquí, que ha creído en el proyecto con entusiasmo. Hemos trabajado de manera altruista para que esto saliera adelante, en muchos casos cediendo el espacio a autores y autoras emergentes como María Velasco, Alberto Conejero o Pablo Messiez, creadores que actualmente estrenan en teatros nacionales, con los que empezamos en ese espacio no convencional. 

Así que, en principio, yo entro para hacer teatro, para acercarme al Siglo de Oro, siempre con la idea de dialogar con los clásicos y traerlos al presente, lo cual está en el ADN de la Sociedad Cervantina. Y termino produciendo, llevando la gestión cultural, luego formando parte de la Junta Directiva, soñando e imaginando un teatro y, de pronto, construyéndolo. ¿Cómo ha pasado todo esto? No lo sé, está pasando.

Celia Freijeiro, junto a Leticia Dolera y María Folguera en la Sociedad Cervantina.

Celia Freijeiro, junto a Leticia Dolera y María Folguera en la Sociedad Cervantina. Concha de la Rosa

Sois un equipo fundamentalmente conformado por mujeres, tú misma en la dirección, Ana Carrera, Milena Suárez, Cristina Esteban y María Velasco. ¿Es algo propiciado o casual? ¿En qué modifica la manera de mirar y trabajar, o los objetivos?

Se ha dado así, y yo estoy muy a gusto trabajando con mujeres. En mi vida las mujeres son casa, son maestras, son las que me sostienen y me hacen ser mejor persona, me aportan, me enseñan. Y creo que en la Cervantina todo eso ocurre.

Por supuesto, hay hombres que nos acompañan, para empezar nuestro Presidente, y también Diosdado Benegas, dos personas mayores que nos han dado el testigo y que llevan muchos años siendo testigos de la evolución de la sociedad; o nuestro regente de imprenta, José Francisco Castro, quien desentrañó la historia de la imprenta y nos documentó; o Jaime Saavedra en administración y que sigue siendo Vicesecretario.

Es verdad que el resto somos todas mujeres y hemos puesto el foco en ceder el espacio y la palabra a las mujeres creadoras de hoy en día. Además, aunque la imprenta es conocida como Imprenta de El Quijote o la imprenta de Juan de la Cuesta, lo cual es cierto, habitualmente se olvidan de una parte muy importante de esta historia.

¿Te refieres a historia de las Marías?

Exactamente. En 1605 las dueñas de la imprenta eran dos mujeres, no era del impresor Juan de la Cuesta sino de su mujer, María de Quiñones, y de su tía, María Rodríguez Rivalde. Dos señoras que, en una época absolutamente masculina, dónde ni siquiera podían comprar el papel ni la tinta, supieron sacar adelante esta imprenta.

De hecho, María Rodríguez Rivalde, que al inicio no podía ni firmar con su nombre, fue la primera impresora de Madrid y la primera mujer que imprime un libro y lo firma con su nombre. Las dos fueron impresoras en esta casa, por eso creo que hay que rescatarlas del olvido, darles el lugar que se merecen, en su honor no volver a caer en ese error y, por lo tanto, dar espacio a las mujeres que crean hoy en día.

En 2015 ponéis la primera piedra de un nuevo espacio, empieza la aventura de construir el teatro que inauguráis en abril del 2024. ¿Cómo ha sido el viaje hasta abrir, por fin, las puertas al público?

Ha sido complicado. Figúrate todo lo que supone entrar en el patio exterior de un edificio del Siglo XVI en el que nunca antes, nadie había metido una pala, y que a nosotras se nos ocurra la idea de construir ahí un teatro, y para ello hay que excavar ocho metros hacia abajo. Empezaron a aparecer inmediatamente una barbaridad de cosas.

¿Un tesoro bajo la Cervantina?

Sí, apareció un refugio antiaéreo republicano, que los militares vinieron a documentar,. Se trata de dos brocales del siglo XVI, de los que se usaban para tapar los pozos, y el teatro conserva una cosa que, al aparecer, nos retrasó mucho la obra: las fresqueras de la época en la que el edificio fue Hospitalillo del Carmen, y las escaleras de la portería del edificio anexo, también del siglo XVI.

Lógicamente, Patrimonio nos obligó a conservarlo todo y lo que hemos hecho es mantenerlo a la vista bajo un metacrilato. Ha valido la pena porque da carácter y entidad al espacio. Ha quedado a la vista una hermosa cicatriz de lo que fue, en los siglos XVI y XVII, la Sociedad Cervantina. Todo ello supuso paralizar la obra, vino Patrimonio, Arqueología, todas las instituciones, Ministerio de Fomento, Ayuntamiento, Bomberos… ha sido una aventura quijotesca.

"Estoy muy a gusto trabajando con mujeres. En mi vida las mujeres son casa, son maestras, son las que me sostienen y me hacen ser mejor persona"

¿Qué es, para ti, lo más emocionante de tu idea inicial de recuperar a la mítica Marcela de Cervantes, aquí y ahora, sin olvidar su historia, inaugurando el teatro?

Mi idea, lo que me parece emocionante y alucinante, era precisamente traer a nuestro presente el texto íntegro, sin cambiar una coma, tal y como lo escribió Cervantes. Y que se escuchara su palabra en la inauguración del teatro en 2024, en su honor, en el mismo sitio dónde se imprimió El Quijote en 1605.

María Folguera y yo ya habíamos investigado anteriormente sobre Cervantes y sus personajes femeninos, encontrando una materia prima sobre la que trabajar, riquísima y variada. Porque Cervantes es profundo y ligero, divertido y tierno, ofrece un abanico inmenso de posibilidades.

Nos topamos con el capítulo XIV de la primera parte de El Quijote, cuando leí el monólogo de Marcela, que aparece en una peña y hace una defensa de su libertad. Me pareció inmenso e insólito que ese personaje femenino, en pleno Siglo de Oro, tome la palabra, que Cervantes le dé ese espacio escribiendo este alegato. Cervantes se adelantó muchísimo a un discurso que hoy, todavía, nos sigue representando.

Me parece épico que más de 400 años después, haya un grupo de teatreras que esté representando ese texto en este sitio, que sienten a Marcela absolutamente suya porque habla de ellas, de nosotras.

En este caso nosotras sois vosotras, la dramaturga María Folguera, Leticia Dolera en la dirección y tú en escena, ¿cómplices en la hazaña de hacer realidad un sueño?

Sí, esto es una hazaña que necesitaba de aliadas. María Folguera explica que esta función es como una fruta, en la que el hueso, que es el texto íntegro de Cervantes, ha sido revestido de otra carne, puesto que María ha hecho la dramaturgia que acompaña al texto de Cervantes, que dialoga con él y contextualiza el monólogo de Marcela.

Me siento agradecidísima con ella por acompañarme siempre, con Leticia Dolera, que se ha comprometido y se ha embarcado en esta aventura, la ha hecho suya y está siendo generosísima. Y por el trabajo increíble de toda la Asociación y de Milena Suárez en especial, que está produciendo, por primera vez en su vida, esta obra, y a la vez poniendo en marcha un teatro. Son increíbles.

El orgullo, la belleza, la libertad y fortaleza de Marcela, ¿siguen siendo hoy en día características femeninas “penadas” como lo eran entonces? ¿Dan cierto miedo?

Creo que lo que da miedo es la mujer libre. Marcela reclamaba para ella, libertad. Libertad para poder ser, poder existir, poder vivir libremente. Eso daba miedo en 1605 y da miedo hoy.

Volviendo a ti, además de inaugurar el teatro, estás inaugurando la década de tus cuarenta años, ¿cómo lo sientes?

Estoy en una época feliz, con un montón de cosas por hacer. Creo que cumplir 40 años ha sido estupendo, no volvería a los 20; para mí fueron años convulsos donde no veía cómo materializar las cosas.

Supone tener otra perspectiva, otro temple, otra tranquilidad, no sé, tal vez es hormonal... Estoy más tranquila, más a gusto conmigo misma, y los años de terapia supongo que también han dado su fruto, cosa que recomiendo a todo el mundo. Salud física, pero también salud mental, por favor, hablemos de eso.

Me dedico tiempo y me interesa mi evolución personal. Más allá de mi carrera, estoy comprometida conmigo, y el tiempo que esté aquí quiero tratar de vivir de la mejor manera posible, aprender el mayor número de cosas, disfrutar y amar mucho.

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En esa evolución personal, ¿qué crees que te falta o hace falta, y de qué quisieras desprenderte definitivamente?

Tengo aun tantas cosas por aprender… Siempre escribo largas listas llenas de cosas que quiero hacer y aprender, yo creo que el deseo es un gran motor. Me gustaría desprenderme, y lo estoy haciendo poco a poco, de la impaciencia, la ansiedad, la autoexigencia, la inmediatez, porque las cosas requieren unos tiempos y hay que disfrutar de ese camino. Podría resumirlo en perder rigidez y ganar en flexibilidad.